sábado, 9 de junio de 2012

EL CELULAR EN LA ACTUALIDAD

En nuestros días “Desgraciadamente se está perdiendo la real comunicación, es triste ver que entre los miembros de la familia, padres, hijos, se hablan con monosílabos, porque casa quien está en lo suyo (o sea con su aparatito en la mano sin importarle dialogar con el resto) dentro de pocos años veremos las consecuencias…” ¡Zombies totales!
Pero existen algunos restaurantes europeos en donde les decomisan a los clientes sus teléfonos celulares.



Se trata de una corriente de personas que busca recobrar el placer de comer, beber y conversar sin que los “”ringtones” interrumpan, ni los comensales den vueltas como gatos entre las mesas mientras hablan a los gritos.

La noticia me produjo envidia de la buena. Personalmente, ya no recuerdo lo que es sostener una conversación de corrido, larga y profunda, bebiendo café o chocolate, sin que mi interlocutor me deje con la palabra en la boca, porque suena su celular.

En ocasiones es peor. Hace poco estaba en una reunión de trabajo que simplemente se disolvió porque tres de las cinco personas que están en la mesa empezaron a atender sus llamadas urgentes por celular. Era un caos indescriptible de conversación al mismo tiempo. Gracias al celular, la conversación se está convirtiendo en un esbozo telegráfico que no llega a ningún lado. El teléfono se ha convertido en un verdadero intruso. Cada vez es peor. Antes, la gente solía buscar un rincón para hablar. Ahora se ha perdido el pudor. Todo el mundo grita por su móvil, desde el lugar mismo que se encuentra.

La batalla, por ejemplo, contra los conductores que manejan con una mano, mientras la otra, además de sus ojos y cerebro se concentrar en poner SMS, parece perdida.
Aunque la gente piensa que puede hablar o escribir al tiempo que se conduce, hay que estar en un trancón causado por un adicto al teléfono para darse cuenta de que no es así.

No niego las virtudes de la comunicación por celular. La velocidad, el don de la ubicuidad que produce y por supuesto, la integración que ha propiciado para muchos sectores antes al margen de la telefonía. Pero me preocupa que mientras más nos comunicamos en la distancia, menos nos hablamos cuando estamos cerca.

Impresiona mucho la dependencia que tenemos por el teléfono. Preferimos perder la cedula (brevete) que el móvil, pues con frecuencia la memoria del teléfono funciona mejor que nuestra propia memoria.
El celular más que un instrumento, parece una extensión del cuerpo, y casi nadie puede resistir la sensación de abandono y soledad cuando pasan las horas y este no suena. Por eso quizá algunos nunca lo apagan.

También puedo percibir la sensación de desamparo que se produce en muchas personas cuando las azafatas dicen en el avión que está a punto de despegar y que es hora de apagar los celulares. También he sido testigo de la inquietud que se desata cuando suena uno de los “ring tones” más populares y todos en acto reflejo nos llevamos la mano al bolsillo o la cartera, buscando el propio aparato.
Pero todos los blackberry merecen capítulo aparte. Enajenados y autistas. Así he visto muchos de mis colegas, absortos en el chat de este nuevo invento. La escena suele repetirse. El Blackberry en el escritorio. Un pitico que anuncia la llega de un mensaje, y el personaje que tengo en frente se lanza sobre el teléfono. Casi de inmediato. Lo veo teclear un rato, masajear la bolita, y sonreír; “¿En qué íbamos?” “¡Así claro..!”. Pero ya la conversación se ha ido al traste. No conozco a nadie que tenga un blackberry y no sea adicto a el.

Alguien me decía que antes, en las mañanas al levantarse, su primer instinto era tomarse un buen café. Ahora su primer acto cotidiano es tomar su aparato y responder al instante todos sus mensajes. Es la tiranía de lo instantáneo, de lo simultaneo, de lo disperso, de la sobredosis de información y de la conexión con un mundo virtual que termina acabando con el otrora delicioso placer de conversar con el otro, frente a frente”.

Un fenómeno conductual

Ciertamente, el celular se ha convertido en un intruso, extrañamente, dejo de ser un equipos colaborador para la eficiencia comunicativa. Y en el caso del chat, este contribuye con los SMS en la invasión abreviaturas que distorsionan el idioma. ¡Sí!, pues los jóvenes repiten esos signos en sus exámenes universitarios, inclusive ; es decir perdieron la orientación de la gramática y la buena redacción, que se supone estudiaron en la escuela. Estos son los síntomas más notables de un fenómeno denominado trance digital por Guillermo Ruiz.


Autor: Guillermo Ruiz Guevara

Enlaces de Interes. http://suite101.net/article/adictos-al-celular-a19567
http://www.sitiosargentina.com.ar/notas/2007/noviembre/bloqueador-senal-celular.htm

2 comentarios:

  1. De verdad que el cel se ha convertido en una adicion, yo muy poco uso esos celulares y ahora que tienen tanta tecnologia mas. Pero bueno, espero que las personas algun aprobechen el tiempo en cosas productivas.

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    1. Estimada Andre, la nomofobia es el miedo irracional a salir de casa sin el teléfono móvil. Gracia por tus comentarios.

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